Las personas LGBTQ no piden la luna y las estrellas. Quieren lo que cualquier persona desea: vivir en libertad, sin discriminación, violencia y miedo, poder tener relaciones, casarse o formar una familia con quien elijan y que se les reconozca su identidad de forma oficial y legal.
El Día de la Diversidad Sexual, que se celebra el 25 de junio, nos recuerda que todas las personas, incluidas quienes se identifican como LGBTQ, tienen el derecho a que se respete su identidad de género y a ejercer su sexualidad con plena libertad, seguridad y responsabilidad.
¿Y qué con los pronombres?
Los pronombres personales son los que usamos para referirnos a las personas: yo, tú, él, ella. Pero estos pronombres les quedan cortos a las personas que no se identifican dentro del binario hombre-mujer. Por eso, y aunque algunxs no están de acuerdo, en español ahora usamos pronombres personales y lenguaje de género incluyente: elle, ellx, niñe, maestrx, etc. Con esto, abrimos el espacio para incluir a todas las personas.
Sin importar cómo se llame o se vea una persona (o cómo la percibas tú), una forma de respeto y reconocimiento es usar el o los pronombres con los que esa persona se siente más cómoda.
Sé un buen aliadx
Usar los pronombres adecuados es un gesto que demuestra respeto, reconocimiento y aceptación, algo que todas las personas necesitamos y merecemos. Pero como es una manera algo nueva de usar el idioma, no siempre es fácil. Estos son algunos consejos que pueden servirte para dominar el arte de usar los pronombres sin discriminar a nadie:
- Recuerda que las personas pueden tener más de un pronombre. Por ejemplo, hay quienes se identifican como ella y elle/ellx.
- Nunca asumas el género de una persona por su nombre, su voz, la ropa que lleva, cómo se expresa o su arreglo personal.
- Siempre que conozcas a una persona nueva, lo mejor es preguntarle qué pronombre o pronombres usa.
- Si te equivocas con el pronombre de una persona, corrígete y procura no volver a hacerlo. Pero no hagas mucho tema al respecto.
En resumen, las palabras tienen poder. Llamar a una persona de una forma que no concuerda con quien es, puede hacerla sentir invisible. Pero nombrarla de acuerdo a su identidad es respetarla, reconocerla y darle el espacio que le corresponde y al cual tiene tanto derecho como tú.
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